martes, 11 de marzo de 2008

FIEBRE AMARILLA

No, no hablo del drama de los paraguayos ni de las larguísimas colas que se tiene que comer esa pobre gente para conseguir una fuckin’ vacuna. Hablo de la Fiebre Amarilla de los Argentinos: el programa de televisión Los Simpsons.
¿Quién no se ha pasado tardes enteras viendo a estos personajes amarillos, cagándose de la risa de las boludeces de Homero y cía? ¿Quién no ha compartido resakas los Sábados y Domingos en esas maratónicas tardes en el canal de las pelotas? ¿Quién no ha pospuesto alguna actividad por quedarse a ver un ratito más aunque nos sepamos el capítulo de memoria? Si ahora nos acompañan en los celulares, en la compu y hasta el DVD.
Pero a nosotros no nos alcanza con verlos, sino que queremos ser un Simpson más. Quién no pensó alguna vez: de adulto quisiera tener la vida de Homero, tener un laburo estable en el que no me jodan si apolillo en horario de servicio, una esposa que se banque cualquier cosa que haga, un amigo dueño de un bar que se preocupa por mantenerme borracho o hasta participar de un campamento junto a Keith Richards.

Por eso comparto con ustedes algunas razones para querer ser uno de ellos:
1. En cada uno de los capítulos descorcharíamos una Duff por cualquier cosa y a cualquier hora. Desde un partido de póquer hasta durante la operación de nuestro propio hijo.
2. Todos tendríamos al menos una oportunidad de voltearnos a la maestra Krabap… Krapbap… a la maestra de Bart…
3. De una me prendo en un rocanroll con Otto el fumón.
4. ¿A quién no le gustaría que su jermu se mantenga igual después de 18 años y 3 hijos?
5. Poder clavarte otra Duff…

Pero no todo es bueno en la vida de Homero. ¿Cómo queremos parecernos a un infeliz que no recuerda el nombre de su propia hija, que le calienta tres pedos la vida de su viejo, que se da con lo que tiene, que fue traficante de pastillas, alcohol, mafioso y hasta quiso legalizar la falopa?

Por eso acá les dejo cinco razones para no querer ser un Simpson:
1. ¿Quién pensaría en tener sólo cuatro dedos? No queremos ser monstruos y menos que se nos caigan las cosas de las manos. ¿Cuántos frascos romperíamos?
2. Ni hablar de la piel amarilla. ¿Qué somos? ¿Chinos? ¿Tenemos hepatitis? ¿Se nos cayó el resto de la pintura del tacho que se les cae cada tanto a los raperos?
3. Salvo algunas excepciones (como el Sapo), no creo que a nadie le guste andar todos los fuckin’ días con la misma ropa.
4. El que quiera parecerse a Homero, piense que lo que desea es tener menos de 40 años, con apenas tres chapas en la cabeza, con la panza de la Tota Santillán y con el dialecto de Osvaldo Laport, cruza con Karina Jelinek.
5. ¿Alguien se bancaría a un tipo como Ned Flanders de vecino? Creo que cualquiera de nosotros le hubiera metido un corchazo en el tercer capítulo.